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Instituto Cervantes y Editores de Madrid reconocieron a Joan Manuel Serrat

  • fussionvipmagazine
  • 21 abr
  • 2 Min. de lectura

En un mundo donde las palabras parecen a veces perder su peso, Joan Manuel Serrat sigue forjando eslabones entre la memoria y la emoción. Madrid ha sido testigo de un homenaje que trasciende la ceremonia para convertirse en un acto de reivindicación de la palabra honesta. Editores de Madrid, junto con el Instituto Cervantes, otorgaron el XXIX Premio Antonio de Sancha al poeta español, en reconocimiento no solo a su obra, sino a la coherencia que ha tejido entre su vida y sus canciones.

El jurado no lo pudo definir mejor: Serrat es “un ejemplo de honestidad personal e intelectual, y su obra forma parte de la educación sentimental de varias generaciones de españoles y americanos”. Y es que pocas figuras han sabido habitar, con tanta naturalidad, la compleja frontera entre la poesía y la canción popular.

Durante su discurso de aceptación, Serrat pronunció una frase que podría figurar como epitafio de cualquier creador que se haya desangrado en su obra: “Podrán seguir el rastro de mi vida por las heridas que he dejado en mis libros.” Así habló no el artista que celebra sus laureles, sino el hombre que asume con entereza el precio de haber dicho siempre lo que pensaba, de haber sentido a contracorriente cuando era necesario.

El galardón, una escultura de Alicia Martín, una escultora que convierte libros en materia escultórica, le fue entregado antes de un coloquio íntimo con el periodista y crítico musical Diego A. Manrique. En esa conversación, más que repasar éxitos o anécdotas, se rastrearon los latidos ocultos de una vida consagrada a tender puentes entre la poesía y la gente común. 

Serrat no habló desde la nostalgia, sino desde la vigencia de su mirada crítica y luminosa sobre el presente. Uno de los momentos más simbólicos de la jornada fue, sin duda, la entrega del legado del cantautor a la Caja de las Letras del Instituto Cervantes. Allí, en esa cámara que resguarda tesoros culturales de España y el mundo hispano, Serrat depositó objetos que son auténticas reliquias de su viaje creativo: una copia de su primer álbum, la poesía de Miguel Hernández que siempre ha sido su brújula, la máquina de escribir que le acompañó en incontables insomnios, y la partitura original de Mediterráneo, un himno que pertenece ya al inconsciente colectivo.

El acto, cargado de emoción contenida, reunió no solo a representantes del ámbito editorial e institucional, sino también a quienes reconocen en Serrat a un faro moral y estético. Su figura, lejos de quedar anclada en un pedestal de bronce, sigue dialogando con las generaciones que heredan un mundo lleno de incertidumbres pero también de canciones que nos recuerdan que la belleza y la ética no son caminos divergentes.



 
 
 

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